Héctor Hernández*, el poeta anti-aborto.
columna publicada en El Ciudadano
Desde que me acerqué al feminismo de la disidencia sexual, distanciándome de la poesía que en esos días dejaba de entusiasmarme, comencé a darme cuenta de lo realmente añeja que está nuestra sociedad. Comencé, incluso, a darme cuenta de lo poco atractiva que me resultaba la poesía chilena frente a mi nuevo interés feminista de la disidencia sexual. Que la discusión se centrara en “cómo discutir sin faltar el respeto” o “qué palabras usar para no herir sentimientos” me parecía hasta “pasado de moda”. Oír a jóvenes poetas hablar de sexualidad como si tuvieran que pedir permiso, leer a otros el llanterío misógino típico del heterosexual dañado por su mujer, me estaba llegando a sonar, incluso, como los versos de algún viejo poeta de los 60. Sólo unxs pocxs “poetas abyectxs” me parecían interesantes, pero son justamente los que no pueden publicar a diferencia del resto más debiluchos de discurso.
Desde que me acerqué al feminismo de la disidencia sexual, distanciándome de la poesía que en esos días dejaba de entusiasmarme, comencé a darme cuenta de lo realmente añeja que está nuestra sociedad. Comencé, incluso, a darme cuenta de lo poco atractiva que me resultaba la poesía chilena frente a mi nuevo interés feminista de la disidencia sexual. Que la discusión se centrara en “cómo discutir sin faltar el respeto” o “qué palabras usar para no herir sentimientos” me parecía hasta “pasado de moda”. Oír a jóvenes poetas hablar de sexualidad como si tuvieran que pedir permiso, leer a otros el llanterío misógino típico del heterosexual dañado por su mujer, me estaba llegando a sonar, incluso, como los versos de algún viejo poeta de los 60. Sólo unxs pocxs “poetas abyectxs” me parecían interesantes, pero son justamente los que no pueden publicar a diferencia del resto más debiluchos de discurso.
No
creo que deba sentirme con el derecho a exigirle compromiso político a quien no
quiera tenerlo, pero, sí, al menos, un compromiso cultural con quienes se
atreven a trabajar con la “publicidad del alma” a través de la bella poesía. No
me interesa pasar por alto discursos conservadores de quienes la poesía parece
librarlos de todo mal, enamorados de ese placer burgués de escribir bellos
versos para aliviar las penas. Entonces, no fue sino uno de estos poetas
debiluchos de discurso el que me confirmó la urgencia de repensar la poesía
chilena, quizás, desde un feminismo realmente emancipador, pues una vez más en
Facebook me encontré con una sabrosa discusión que así lo daba a entender. Era
el estado que Héctor Hernández Montecinos había posteado en su muro. Un estado con más de
60 Like y que superaba los 80 comentarios -comentarios contundentes e intensos-
en torno a la postura anti-aborto que el poeta publicaba, al parecer, por
primera vez ante sus más de 4 mil ciberamistades de su perfil de Facebook.
Frases como “A mí me gusta la vida, desde esos átomos que se fusionan por
primera vez” me daban la sensación de estar leyendo el posteo de algún
jovencito UDI; pero era Hector Hernandez, un poeta quizás no muy conocido, pero
bastante relacionado en el liviano mundo de la poesía chilena contemporánea. Un
poeta que se supone preocupado de los males sociales, un poeta que ha estado,
incluso, a favor del encapucharse y destrozar la propiedad privada -también
expresandolo por Facebook-, defendiendo la violencia de las marchas
estudiantiles. Sin embargo, las frases esperables de un cristiano de derechas
no paraban de resonarme cada vez que leía su estado para asegurarme que no era
efecto de mi astigmatismo ni miopía. “El (aborto) terapeutico debe ser una ley
de Estado, pero el otro (aborto libre) es como decir: uy me embaracé qué soy
gila, ah filo, aborto y shao pescao”. Luego de esta frase hedionda a
Concertación dejé de sorprenderme y sólo me imaginé algo muy común entre los artistas
de este país: Héctor Hernández recibiendo un premio nacional gracias a su
postura oficialista. Y es que, quizás, como dice Pamela Jiles, la agencia de
empleos Bachelet es muy tentadora hasta para un poeta del “margen”.
“Es insoportable el discurso de algunos homosexuales anti-aborto que argumentan conservadoramente sobre "sexualidad responsable" mientras ellos pueden follar con todo el mundo. Nos hace mucha falta el feminismo para evaluar críticamente los lugares diferenciales desde donde cada unx habla.” –FelipeRivas, artista visual y activista CUDS.
Me
dediqué a leer cada uno de los comentarios. Le puse atención a las respuestas
que Hector posteaba cada vez que alguna mujer pro-aborto intentaba
contra-argumentarle su conservadora postura, pero era imposible rescatar del
poeta algún destello de sensatez, más aun cuando me encontré con su insistencia
en una “sexualidad responsable” para no necesitar el tan conflictivo aborto. Que Héctor Hernández, un poeta homosexual que
ha defendido la manifestación violenta de lxs encapuchadxs, haya comenzado a
hablar en nombre de la “sexualidad responsable” ya tan solo me parecía
irrisorio. Su soberbia masculina estaba ardiendo en medio de las voces
femeninas que intentaban responder ante su fascista postura. Tratándolas de
tontas, Hector Hernandez, el poeta antiaborto, sólo evidenciaba aun más,
comentario tras comentario, su misoginia muy mal camuflada. Dejaba en evidencia
su curioso afán por representar un discurso bastante empatico con el poder, ese
poder que beca a sus escritores, que premia a sus poetas, que regala puestos
politico-culturales en otros lugares del mundo. Porque él no está en contra del
aborto, sino que está a favor, igual que Michelle Bachelet, del aborto
terapéutico. No está en contra del aborto, sino que a favor de una sexualidad
razonable, cuidadosa y muy responsable.
Me
gusta mucho leer los estados de Facebook de las personas como Hector. La poesía
y su mundo suelen ser tan románticos que en algún momento muestran, lo que yo
llamo, “la hilacha de la tontera”. Versos hermosos, compañerismo entre poetas
del mismo corte, pelambres solapados sobre otros poetas de otros cortes,
lanzamientos de carreras literarias gracias al apadrinamiento de los más
influyentes sobre los novatos, la autocompasión estilizada, la queja poética
desde un escritorio y el estado de Facebook que, a pesar de “no ser la
realidad” según Hernández, reduce todo su mundo letrado a un discurso mediocre,
cristiano y machista. ¿Qué fue lo que impulsó al poeta postear semejante
conservadurismo? Dicen que fue el nacimiento de su nuevo sobrino. Luego de
publicar una foto del bebé de su hermana, no supo más que disparar en contra
del reprimido discurso abortista que nos convoca a los distintos feminismos y
disidencia sexual de este añejo país, pasando por alto todo argumento
situacional que se podría utilizar para justificar cualquier aborto, más aun en
mujeres de clase baja.
Héctor Hernández no sólo deja entrever su incapacidad para dialogar sino además los precarios conocimientos que maneja sobre el tema de aborto y cómo intenta disfrazar esa ignorancia y su moral burguesa con ironías de baja categoría y agresividad. Afirmó que los homosexuales no pueden tener hijos, que el aborto es un trauma insuperable para las mujeres, y peor aún, que la práctica del aborto encuentra su fundamento en las lógicas capitalistas. Todo esto, dando por hecho que la “vida” comienza desde la concepción; que la condición de cigoto, embrión o feto es la misma que de persona y lo más lamentable: la soberbia con que naturaliza como “irresponsabilidad” la desigualdad en el acceso a la información sobre sexualidad y reproducción. Olvida el poeta, la condición obligada del embarazo, la violencia política que se ejerce sobre las mujeres cuando se les obliga a ser madres. Probablemente no sabe cómo en Chile el aborto pone en riesgo a miles de mujeres que deben practicarlo en clandestinidad mientras hay quienes gozan de sus privilegios de clase, entrando y saliendo del quirófano con varias operaciones por “apendicitis”. – Francisca Muñoz, feminista.
Sorprende
tal postura de parte de alguien que creen en una sexualidad libre. O quizás
cuando se es hombre es mucho más fácil y
legítimo creerlo, ahorrándose tanto impedimento para poder hacer con su propio
cuerpo lo que desee. Según el poeta “si
yo fuera heterosexual y supiera que por cada cachimba podría nacer un niño no sería
tan weona(…) Tampoco sería monja, pero no irresponsable”, refiriéndose a
las mujeres que prefieren, al igual que él, vivir tranquilas una sexualidad
libre, pero pasando por alto las distintas mujeres según la clase social, por
ejemplo. Porque no hace falta tener un doctorado en filosofía para darse cuenta
que no todas las mujeres viven la maternidad de igual modo y que no toda vida
merece ser vivida.
“Si yo hubiera sabido que iba a ser violada y abusada durante 10 años de mi niñez por mi padre, siendo cómplice mi madre, habría exigido ser abortada. Lamentablemente se valora la vida sin tener en cuenta sus contextos. “– Andy Co, estudiante feminista y miembra de la SESEGEN.
Me
pregunto qué piensa Hector Hernandez del derecho a tener sexo sin condon. Me gustaría
preguntarle al poeta anti-aborto (con un tono UDI) qué tan responsable ha sido
con su sexualidad, con la sexualidad de los jóvenes que desea y si le parecería
bien una condena social -al mismo estilo de la suya contra las abortistas- a
todo joven homosexual que simplemente quiera follar sin condón a pesar de las
lista de ETS que conocemos. ¿Pensará que también es una “irresponsabilidad” facilitar
gratuitamente el tratamiento médico a lxs
contagiadxs por VIH, ya que podría promover aún más contagios? Quise hacerle
esta pregunta cuando me terminé por enterar de su bullada publicación en
Facebook, pero el poeta había eliminado toda huella de tal discusión y sólo me
encontré con la foto de su sobrino bebé y un meloso posteo asumiéndose conservador
por “amar la vida”.
* HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS: (Santiago, Chile, 1979) Licenciado en Letras Hispanoamericanas. Doctor © en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte. De su proyecto total, Arquitectura de la Mentalidad, que consiste en tres monumentales trilogías, dos ya han sido publicadas, La Divina Revelación (Ciudad de México: Aldus, 2011) y Debajo de la Lengua (Santiago: Cuarto CUDSPropio, 2009). Se ha publicado cerca de una treintena de libros recopilatorios de su obra en una decena de países como por ejemplo Putamadre (Perú, 2005), Livro Universal (Brasil, 2008, traducido al portugués), NGC 224 (México, 2009), Microcosmos (Guatemala, 2010), El título de un sueño (España, 2013), LSD (Costa Rica, 2014), entre otros. A los 19 años recibió el Premio Mustakis a Jóvenes Talentos. A los 29, el Premio Pablo Neruda por su destacada trayectoria tanto en Chile como en el extranjero. Su trabajo poético lo ha llevado por casi toda Latinoamérica, además del Latinale 2007: Festival Itinerante de Poesía Latinoamericana en Alemania y a ser traducido a varios idiomas para revistas y antologías como Poesía-añicos y sonares híbridos. Doce poetas de Latinoamérica (Berlín: Instituto Cervantes/Sukultur, 2007), Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana reciente (Valencia: Pre-Textos, 2010) y Hallucinated Horse. New Latin American Poets (Brighton: Pighog Press, 2012), entre otras. Es el compilador de 4M3R1C4: Novísima poesía latinoamericana (Santiago: Ventana Abierta, 2010).La crítica le ha señalado como “el poeta más influyente de la última generación en Chile y una figura central del actual escenario lírico en América Latina” (La Hora, Guatemala), “uno de los vates más sobresalientes de la lírica contemporánea de Chile” (Reforma, México), “su obra parece destinada a ser símbolo de su generación” (La prensa gráfica, El Salvador), “uno de los poetas chilenos más voceados en la última década” (El Comercio, Perú), “una de las voces más interesantes no solo en su país sino en Hispanoamérica” (La Ventana, Casa de las Américas, Cuba). “En una labor meteórica, en menos de una década ha publicado más de 15 libros. La escritura de Héctor Hernández es excesiva, provocadora, a veces incomprensible, especie de Pablo de Rokha electrizado. Sus libros pueden superar fácilmente las 300 páginas, y es también el personaje de su obra. De su aura de tótem también llaman la atención sus performances.” (La Nación, Chile). Recientemente ha sido incluido en el “The Princeton Encyclopedia of Poetry and Poetics".
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